El Ballet Azul de la Universidad de Chile (1959-1969)
A finales de la década de 1950, surgía una nueva versión del famoso estilo denominad “Ballet Azul”. Originalmente asociado al Millonarios de Bogotá por su fútbol elegante y dominante, este apodo encontró un nuevo heredero cuando el equipo colombiano perdió brillo con las reformas internas de su liga. En el extremo suroeste de América, la Universidad de Chile se preparaba para asumir ese legado, dando origen a su propia era dorada.
Un proyecto basado en la enseñanza
La historia de este éxito tiene tintes de relato novelado. Se dice que, tras una serie de malos resultados, dos antiguos alumnos de la Escuela de Medicina y consejeros del club —Víctor Sierra Somerville y Arturo Besoain— discutían sobre cómo mejorar el rendimiento del equipo. En 1952, Sierra asumió la presidencia de los Azules, dispuesto a transformar el rumbo de la institución.
En aquel entonces, la Universidad de Chile era principalmente una extensión deportiva de la entidad educativa y no contaba con grandes recursos económicos. A diferencia de otros clubes que apostaban por fichajes costosos, la directiva decidió apostar por un camino más viable: formar jugadores desde las categorías inferiores. Aunque no era una tarea sencilla, esta opción resultaba más accesible que competir en el mercado de traspasos.
La fórmula: formar talento desde la base
El proceso formativo del club se distinguía por ser minucioso y bien estructurado. Entre los 12 y los 21 años, los futbolistas pasaban por siete categorías antes de alcanzar el primer equipo. Al estar vinculado con la universidad, el club ofrecía ventajas únicas sobre otros rivales, como una formación integral que abarcaba no solo los aspectos técnicos y físicos, sino también los ámbitos emocional, cultural y mental.
Además, contaban con el apoyo de un departamento de bienestar dirigido por Fresia Rubilar, quien se encargaba de supervisar el desarrollo integral de los jugadores. Este enfoque centrado en la formación fue clave para que la Universidad de Chile alcanzara el éxito deportivo que la definiría en la década de 1960, consolidando su identidad como el Ballet Azul.