De la frustración en la U a la esperanza en Viña del Mar

Enero de 2025 llegó cargado de ilusiones para Julián Alfaro. Después de brillar en Magallanes, el delantero regresaba a Universidad de Chile como el primer refuerzo de Gustavo Álvarez, dispuesto a escribir una nueva página en su carrera. Sin embargo, el destino tenía otros planes.
Frustración en la U
La realidad golpeó temprano y sin piedad. Una lesión tras otra fue minando sus aspiraciones, convirtiendo cada entrenamiento en una lucha contra el tiempo y las circunstancias. “Cuando llegué me lesioné, después me pasa otra lesión y ahí uno va perdiendo terreno”, confesaría más tarde con la voz quebrada por la desilusión.
Seis partidos en todo el primer semestre. Apenas seis oportunidades para demostrar su valía en un equipo que soñaba con grandes cosas. Mientras sus compañeros sumaban minutos y confianza, Alfaro observaba desde la banca cómo se desvanecían sus esperanzas azules. “Hay compañeros que estaban en buen nivel y lo hacen bien, y me tocó esperar”, recordó con resignación.
La lucha fue intensa pero silenciosa. Cada día en el CDA representaba una batalla personal contra la frustración. “Luché bastante rato por tener más minutos, pero, lamentablemente, no fue como quería”, admitió sin rencor, consciente de que a veces el fútbol es así de cruel.
La decisión más difícil
Agosto trajo la decisión más difícil: partir. Everton de Viña del Mar se convirtió en su nuevo hogar, una oportunidad de renacer. Con 35 minutos en dos fechas, el delantero comienza a escribir una nueva historia. “Necesito consolidarme y hacer una buena campaña en este semestre”, declaró con una mezcla de determinación y esperanza.
En el fútbol, como en la vida, las segundas oportunidades a veces llegan disfrazadas de despedidas dolorosas. Alfaro lo sabe, y por eso corre hacia su futuro con la sabiduría que dan las heridas.
